viernes, 11 de septiembre de 2009

Popurrí 1: acidez de lenguaje y recuerdos que traen más recuerdos


Paréntesis: Fecha nefasta. Me acuerdo vívidamente del 11 de septiembre de 2001, todavía una alumna de los Andes, y me sigue pareciendo surreal lo que pasó. Tal vez lo peor de todo para mí fue ver en vivo, con un morbo que aborrezco, cómo todo sucedía. Me acuerdo que cuando prendí la tele y repetían en loop la estrellada del primer avión, y cuando el segundo se estrelló parecía que los directores de noticias se empeñaban en repetir ese primer impacto. Y como dicen las mamás... ahí fue Troya, porque la repetición no era tal. Al ir a ground zero cuando NY me acogió, sentía aun ese humo gris, ese mugre, esa tristeza profunda de una ciudad que cayó en circunstancias verdaderamente surreales.
I love NYC. Y Dios bendiga a las víctimas.

El minuto de ayer: Mi primera revelación del día se da en forma de una quesadilla. Decidí hacer un postre (o tentempié de sabores dudosamente dulces) realmente distinto, y en verdad es otro sabor del cielo. Ingredientes: Para el relleno, queso brie en lonjas -lo pueden congelar un par de minutos antes para que no se funda, aunque la textura del queso fundido y cremoso es marvelous-, nectarinas con la piel y en medialunas, cebollín -que pueden reemplazar por canela o chile-, azúcar morena/o (la contriversia linguística me molesta, igual cada cual lo dice/ escribe como más le suena. Por supuesto, tortillas (que no sean bimbo que saben a papel). Salsa express: miel, jugo de limón y ralladura. Para decorar: uvas sin semilla o con semilla. Naranjas en rodajas, coco. como dirían los gringos: tropical.

Al terminar de grabar un minuto en una hora, llega el tasting. Los camarógrafos se rapan los triángulos de quesadilla, y alguien va a la nevera por el resto del queso que hay que guardar por si el MR. la caga. El coordinador define el queso Brie: queso con sabor a jabón. Yo me rio y anoto (ahora cargo cuaderno de impresiones como buena geek que soy).

Mientras sigue la espera para que el Mr. diga sus líneas que escribí para él hace unos días y que él alegremente no se molestó en leer (me abruma su profunda fe en su talento, porque tiene solo dos sonrisas posudas, una de guasón - a lo Heath Ledger-, y una tipo perrito -con un labio caído más que tibio- y cero habilidad para leer una frase con comas como nos enseñaba Amparito en el colegio, ¡¡¡sin BAJAR LA VOZ!!!) leo el libro de la ISODIETA. Lo puedo describir en una expresión que también anoté: Spanglish en negritas.

El Mr. es un dedito parado burdo. Un moron (inserto un acento de gringo gomelo con buen acento largo en MO). No puede vocalizar palabras tan elementales como para, lo que hace muy difícil que me quede sentada... me voy para el set de una joya de la tele colombiana, El Lavadero. Y ahí prendo mi IPOD--- suena, I still haven't found what I'm looking for, y la verdad en lo que pienso es en el talento.

Luego suena Dean Martin, That's amore! y me transporto a una escena de película relacionada con comida (esa es mi vida): Bye Bye Love, una película de Rob Reiner (una especie de Corín tellado del romatic comedy). Uno de los protagonistas sale en una cita con Janine Garofalo a un restaurante tan italiano como el de la Dama y el Vagabundo. Y la señora es un poco esquizofrénica... como si estuviera frente a una carta de un restaurante de Leo Katz (o sea mi infierno de 15 páginas) no puede decidirse. La pregunta es qué comer. Desfilan platos y platos, y el pobre hombre estupefacto espera, frente a su clara elección, una pasta con albóndigas, sólo para tener que cedérsela a la dama luego de miles de platos que ha devuelto a la cocina. Ella hunde su tenedor en el espaguetti y sus ojos se abren como si tuviera una epifanía culinaria de proporciones épicas, tipo Ego en Ratatouille. Pienso: Cuando yo me enamore, necesito un tipo capaz de cederme su plato, o al menos compartir ese hilo de espaguetti como Tramp lo hizo con la hasta entonces odiosa perrita/ dama. Y ojalá me enamore con una canciónde fondo tipo Dean Martin o una gloriosa Tarantela. Yo diría entonces como sabiamente dijo Juno: You're the cheese to my Macarroni.

Como pueden ver, el minuto Carulla/ pomona estimula mis pensamientos al infinito... yo me aburro así que de ahora en adelante traigo un IPOD, lo pongo en random, anoto lo que oigo (hay poesía en todo, y me viene a la mente America beauty).Escribí 15 ideas para la filmación siguiente, tema helados. Chanfle, como me gustan. Dippin dots, semifredos, cono de macdonald's, helado de crepes, gelatto italiano.

Suena Time de Tom Waits y lloro internamente por dos razones; esa canción me parte y este imbécil no logra despedirse sin cagarla. Sonrisa de perro.

Me gusta: el helado. Los churros (de comer, hace mil años que no digo churro en ese sentido bogotano, peor me cae que volveré a decirlo). Las albóndigas de Tramp, la tarantela, Julieta Venegas diciendo "ojalá el tiempo sirva de algo". Los chocobreaks semiderretidos de bolsillo en día caliente bogotano (es como el fetiche de Mariana con los chitos), los flashbacks con olor a guayaba de los tripis que recordé en una conversación ayer y mi café colombiano en la cama mientras escribo esto.

No me gusta: la sonrisa de perro. Que los demás crean que mi tiempo no vale, que alguien que se dice chef no sepa enrollar un burrito (ni qué decir de la historia tierna de porqué un burrito es un burrito, por la similitud de su doblez con la oreja'e burro), las aceitunas en ese líquido salmueroso y avinagrado, el calor tibio en la cama, el flavor wave turbo (no creo en tanta maravilla ni en la sonrisa de Mario Brakus, aka Mr T, ni en la gente parada frente a un milagro, si ni siquiera sabe prender y usar una sartén ni ha tenido que lavar una que se le haya quemado totalmente... qué pegote).

Odio: el paso del tiempo, el mal uso del tiempo, la estupidez. Tengo cero tolerancia, aunque cada vez más, el lenguaje me de para acidificar esa intolerancia y ser rabona mientras sonrío.





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