martes, 21 de agosto de 2007

Anthony Bourdain en Bogotá

Vino Antonio, y trajo, además de su UBER SEXY persona varias reflexiones sobre comida.

Fue sencillamente espectacular volver a ver a ese hombre que combina dos cosas que yo escogí en momentos de mi vida, que además es un sexo total, inteligente, ex heroinómano... chef, irónico sarcástico, honesto, mejor dicho, THE ONE. Y además poderlo ver hablar sobre él mismo, sobre cocina, sobre viajes, sobre amigos, y hasta sobre su hija (fue una ternura todo lo del MONDONGO, y la insistencia en contra de la chatarra). Aparte, no nos digamos mentiras, el tipo podía entender un ajiaco, hablar de él y decir that's fucking good con una propiedad casi orgásmica. Me fascinó, me reafirmó y me dejó varias cosas.

Su charla de esta noche me recarga de energías en su crudeza sobre mi profesión, porque defiende también unos ideales que yo me he hecho en mi cabeza a lo largo de este camino de cocinera en ejercicio. La idea principal que me atrae es la de la experiencia de la comida más que una pureza inexistente, y esa idea permite queuno crea que es un profesional de la comida en múltiples ámbitos... incluso lejos de un fogón enenano y de una "cocina del tamaño de un submarino". Lo que enfatiza acertadamente -a mi juicio- Bourdain es en efecto la relevancia de un ambiente, de una compañía, de un mood, más que de la perfección gastronómica. Pienso entonces, inevitablemente porque soy SOFTY, en mis amigos, en mi familia, en el del complicado relationship status: he compartido comidas desde una empanada de lechona hasta un atún con costra de jengibre pasando por comida en la calle, por waferjet, por ravioli de tarro, sopa grumosa, sánduche en la calle pizza trasnochada con guayabo... tantas comidas memorables, tantos perfect meals en su momento. Y overall, creo que he tenido gran suerte en haber experimentado comidas que se han grabado en mi memoria y que puedo enumerar con varios de mis sentidos, con mi cabeza y el corazón. Me imagino calles, personas, canciones, lugares... y comida. Soy afortunada, porque la percepción de la comida así, tal cual, me pone, en efecto, un pasito más cercana a lo que para mí es el cielo.
Puede ser que la vida sea dura, pero se ha encargado de mostrarme un camino en el que puedo combinar mis pasiones, compartir el disfrute, y comer, oler, palpar, cocinar para otros y ver cómo reaccionan, viajar, odiar y decir lo que pienso de todo. Estoy feliz. Anthony me hizo reirme de la vida, aun en momentos oscuros.